INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la
sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la
pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede
ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla
debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los
de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los
cielos».
Celebramos el Quinto Domingo del Tiempo Ordinario.
“La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, el “día del Señor" o domingo.
En el Evangelio de este Domingo de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio según San Mateo (Mt 5,13-16).
Jesús es la luz que brilla en las tinieblas. La luz que alumbra a cada persona y la luz que da la vida al mundo.
Los creyentes en Jesús somos invitados a ser luz y sal de la tierra, continuando la vida de Jesús en medio de las personas. Seremos "luz y sal de la tierra", continuando la vida de Jesús si damos testimonio de buenas obras y glorificamos al "Padre que está en el cielo".
Pidamos especialmente a Dios que nos disponga a escuchar su Palabra: Señor, abre mis ojos y mis oídos a tu palabra. Que sepa leer tu presencia en mi ambiente y escuchar tu voz y medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia para que tu palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla.
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