INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
En aquel
tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el
sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba
asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado?
¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María,
hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con
nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les
decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y
en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó
algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y
recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Celebramos el Miércoles de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario.
No olvides que en Jesucristo, lo humano ha sido llevado a su plenitud y lo divino se ha hecho más humano.
San Ireneo decía: “La gloria de Dios es que el hombre viva”. Dos caminos comunicados e inseparables: Ir a Dios por el hombre e ir al hombre por Dios.
En el Evangelio de este Miércoles de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio según San Marcos (Mc 6,1-6).
Jesús de Nazaret llega a su pueblo y entra en la sinagoga para enseñar. La multitud que lo escucha queda asombrada de su enseñanza. Los asistentes constatan que sus palabras van más allá de ellos mismos y de su referentes familiares. Él es el Mesías esperado, el profeta que transmite el Misterio del Dios mismo, y esto provoca el escándalo de sus oyentes. Y Jesús lanza una queja apremiante: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa". Y allí no puede hacer allí ningún milagro por la falta de fe.
Dios mío auméntanos la fe para que confiemos plenamente en tu providencia y en tu misericordia. Amén.
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