INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso,
suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó
limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se
lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece
por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho
con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en
ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas
partes.
Celebramos el Jueves de la Primera Semana del Tiempo Ordinario.
Una mujer creyente le decía continuamente a su hijo: “No basta que vayas a la Iglesia, sino que la Iglesia entre en ti”. ¡Por favor, que la Iglesia entre en ti y puedas vivir el Evangelio en toda su densidad, anunciando a Jesús fundamentalmente con tu vida y con tus obras.
En el Evangelio de este Jueves de la Primera Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio según San Marcos (Mc 1,40-45).
La autoridad de Jesús sobre el mal y toda clase dolencia continúa. Ahora Jesús cura a un leproso, que le suplica de rodillas que lo limpie. Él, compadecido, extiende su mano, le toca y le dice: "Quiero, queda limpio".
Oh, Señor nuestro, Señor de cielo y tierra, compasivo y misericordioso, tú quieres que te sigamos con una entrega generosa, radical y santa. Ayúdanos a no dar nuestro corazón a nuestros bienes y a ser desprendidos ante tu llamada. ¡Oh, Señor, creemos pero auméntanos la fe!
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