INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
9Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí
mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: 10«Dos hombres subieron al templo a orar.
Uno era fariseo; el otro, publicano. 11El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te
doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos,
adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 12Ayuno dos veces por semana y pago el
diezmo de todo lo que tengo”. 13El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a
levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!,
ten compasión de este pecador”. 14Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido».
Celebramos el Domingo de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario .
Hoy celebramos el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, el Domund.
Hoy contemplamos la gran noticia de Jesús, y nos sentimos llamados a ser misioneros de la salvación y del Evangelio. ¡Si, Jesús, al igual que los misioneros, nos enseña que "el amor es el alma de la misión".
En el Evangelio de este Domingo de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 18,9-14).
Jesús denuncia a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, y les presenta la parábola del fariseo y del publicano. Lo que justifica al creyente no son sus buenas obras ni sus cualidades morales, sino Dios, y Dios sólo justifica al que se presenta con humildad ante él.
Pidamos especialmente a Dios que nos disponga a escuchar su Palabra: Señor, abre mis ojos y mis oídos a tu palabra. Que sepa leer tu presencia en mi ambiente y escuchar tu voz y medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia para que tu palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla. Amén.
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