Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
23¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y
descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito
y os tragáis el camello! 25¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis
por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y
desenfreno! 26¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa
por dentro y así quedará limpia también por fuera.
Celebramos el Martes de la Vigésimo Primera Semana del Tiempo Ordinario.
No olvides que en Jesucristo, lo humano ha sido llevado a su plenitud y lo divino se ha hecho más humano. San Ireneo decía: “La gloria de Dios es que el hombre viva”. Dos caminos comunicados e inseparables: Ir a Dios por el hombre e ir al hombre por Dios.
En el Evangelio de este Martes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Mateo (Mt 23,23-26).
Jesús critica, casi agresivamente, a los escribas y fariseos que descuidan lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad. Y les advierte que deben purificarse por dentro y no solamente por fuera.
Señor nuestro, tú nos conoces por dentro y por fuera. Ayúdanos a tener un corazón compasivo y misericordioso, al estilo de tu corazón misericordioso.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).

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