Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
13Aquel
mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de
Jerusalén unos sesenta estadios; 14iban
conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. 15Mientras conversaban y discutían, Jesús
en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16Pero sus ojos no eran capaces de
reconocerlo. 17Él
les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos
se detuvieron con aire entristecido. 18Y
uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único
forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». 19Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le
contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; 20cómo lo entregaron los sumos sacerdotes
y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21Nosotros esperábamos que él iba a
liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que
esto sucedió. 22Es
verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo
ido muy de mañana al sepulcro, 23y
no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto
una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. 24Algunos de los nuestros fueron también
al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo
vieron». 25Entonces
él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los
profetas! 26¿No
era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». 27Y, comenzando por Moisés y siguiendo por
todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las
Escrituras. 28Llegaron
cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para
quedarse con ellos. 30Sentado
a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba
dando. 31A
ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su
vista. 32Y
se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por
el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33Y, levantándose en aquel momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, 34que
estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a
Simón». 35Y
ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Celebramos el III Domingo de Pascua.
En este III domingo del tiempo de Pascua se oye el grito gozoso de toda la Iglesia: Cristo ha resucitado, Aleluya.
La Resurrección de Jesús es el punto central de nuestra vida cristiana y la razón misma de lo que la Iglesia cree, espera, celebra y vive.
Necesitamos tener experiencia pascual, experiencia del resucitado como tuvieron los discípulos. Jesús resucitado nos pide que seamos testigos de la resurrección, que anunciemos el evangelio y nos convirtamos al Señor.
En el Evangelio de este III domingo de Pascua, Jesús resucitado se manifiesta como peregrino en el camino a los discípulos que, desanimados y desesperanzados, van para Emaús.
Tras una emocionante conversación, que les explica el sentido final de las Escrituras, al final le reconocen al partir el pan. Un nuevo horizonte se abre. Con el corazón ardiendo corren a anunciar la noticia a sus hermanos (Lc 24,13-35).
Señor Jesús, Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos. Amén.
ESPECIAL: FIRMES Y SEGUROS EN JESUCRISTO.
LIBROS DE FRANCISCO BAENA CALVO EN BUBOK
CANAL DE FRANCISCO BAENA CALVO EN YOUTUBE