Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
27Volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le
acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28y le decían: «¿Con qué
autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad para hacer
esto?». 29Jesús les replicó: «Os voy a hacer una pregunta y, si me
contestáis, os diré con qué autoridad hago esto. 30El bautismo de Juan
¿era del cielo o de los hombres? Contestadme». 31Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es del cielo, dirá:
“¿Y por qué no le habéis creído?”. 32¿Pero cómo vamos a decir que es de los hombres?». (Temían a la
gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un
profeta). 33Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Jesús les replicó: «Pues
tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Celebramos el VIII Sábado del Tiempo Ordinario. Decía Madre Teresa de Calcuta que “el fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”.
En el Evangelio de este Sábado de la Octava Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Marcos.
Jesús tiene una controversia con distintos representantes de la autoridad judía, y, preguntado sobre su derecho a actuar como lo hace, les pone a su vez en un aprieto: “el bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres” (Mc 11,27-33).
Ante el gesto profético de Jesús al expulsar a los mercaderes del Templo, las autoridades, alborotadas por un gesto tan provocativo, envían una delegación a pedirle cuentes de con qué autoridad ha hecho eso. Su respuesta es una pregunta, que desenmascara sus faltas intenciones.
¡Oh, Señor, con Tomás te invocamos: "Señor mío y Dios mío". Con la mujer Cananea acudimos diciendo: "Señor, ayúdame". Y con Pedro en el lago: "Aparta de mí, Señor, que soy un gran pecador". ..Y con el Centurión: "¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!".
ESPECIAL: FIRMES Y SEGUROS EN JESUCRISTO.
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