INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
51Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al
cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. 52Y envió
mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de
samaritanos para hacer los preparativos. 53Pero no lo
recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. 54Al ver
esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que
digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». 55Él se
volvió y los regañó. 56Y se encaminaron hacia otra aldea.
Celebramos el Martes de la Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario, y hoy la Iglesia mira a uno de los grandes: San Vicente de Paul.
Para comprender toda la vida de Jesús es necesario situarla en la dinámica del amor. El amor es el único camino que humaniza al hombre de ayer, hoy y mañana. Sin el amor jamás la historia saldrá de los escondrijos del egoísmo, la envidia, la violencia y la desolación.
En el Evangelio de este Martes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 9,51-56).
Jesús decide ir a Jerusalén, donde le van a maltratar y a condenar, y, como anticipo de lo que le va a acontecer, los samaritanos de una aldea donde pensaba ir no le recibieron.
Su determinación en afrontar el rechazo y las dificultades recuerda la actitud del “siervo de Yahvé”, que ofrece su rostro como perdenal. Y frente a la actitud intransigente de los discípulos, que desean que “baje fuego del cielo y los consuma” a los que lo rechazan, Jesús manifiesta su amor, en sintonía con el Padre.
Sintámonos en la presencia del Señor y supliquemos que nos perdone nuestras pequeñas y grandes traiciones diarias. Amén.
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