Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
46Todavía
estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron
fuera, tratando de hablar con él. 47Uno
se lo avisó: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar
contigo». 48Pero
él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». 49Y, extendiendo su mano hacia sus
discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. 50El que haga la voluntad de mi Padre que
está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Celebramos el Martes de la Décimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario.
El Padre Arrupe decía que “el que no vive para los demás, se deshumaniza a sí mismo”. No olvides que nacemos para el amor y somos un proyecto de amor en las manos de Dios, el Amor con mayúsculas. A decir verdad, jamás el alma humana encontrará su descanso y su estabilidad mientras no se dé a sí misma en beneficio de los demás.
En el Evangelio de este Martes de la Décimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Mateo (Mt 12,46-50).
Jesús de Nazaret recuerda que los vínculos espirituales establecen un nuevo parentesco que supera al puro parentesco de la sangre.
La verdadera familia de Jesús son aquellos que “cumplan la voluntad del Padre celestial”. Esos son mi hermano, mi hermana y mi madre.
Pidamos especialmente a Dios que nos ayude a cumplir su santa voluntad. Amén.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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