Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
9Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: 10«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. 11El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 12Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. 13El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. 14Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Celebramos el Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma.
La Cuaresma es una peregrinación hacia la Pascua que sitúa su punto de partida en el pacto de amor que Dios ha hecho con la humanidad, que culmina en Jesucristo.
Cada Cuaresma es una oportunidad más para volver al Dios vivo, manifestado en Jesucristo.
En el Evangelio de San Lucas en este Sábado de la III Semana de Cuaresma Jesús critica la actitud de aquellos que, teniéndose por justos, critican a los demás. Y les propone la parábola del fariseo y del publicano. (cf. Lc 18,9-14).
Lo que justifica y salva al hombre no son sus cualidades morales, sino Dios. Ahora bien, Dios sólo justifica al que se presenta con humildad ante él.
Dios quiere «misericordia», o sea, compasión hacia el que sufre, amor hacia los demás, tratarlos bien y sin injusticia... y prefiere esa misericordia a cualquier «sacrificio», que aquí significa no esfuerzo o mortificación o dolor, sino sacrificio de culto, sacrificios cultuales hechos a Dios para agradarle.
Supliquemos a Dios esa actitud de confianza y de apertura de corazón que tuvo el publicano para alcanzar misericordia y ser justo ante Dios. Amén.
LISTA DE VÍDEOS ESPECIAL CUARESMA 2024
LIBROS DE FRANCISCO BAENA CALVO EN BUBOK
CANAL DE FRANCISCO BAENA CALVO EN YOUTUBE