INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
46Se suscitó entre ellos una discusión
sobre quién sería el más importante. 47Entonces Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones,
tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado 48y les dijo: «El que acoge a este niño en
mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado.
Pues el más pequeño de vosotros es el más importante». 49Entonces Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a
uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no anda
con nosotros». 50Jesús le respondió: «No se lo impidáis: el que no está contra
vosotros, está a favor vuestro».
Celebramos el Lunes de la Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario..
Hoy la Iglesia celebra la memoria de los Santos San Cosme y San Damián.
Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".
Los santos Cosme y Damián son nombrados, junto con San Lucas, como los patronos de médicos y cirujanos.
En el Evangelio de este Lunes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 9,46-50).
Jesús, que conoce lo profundo del corazón de los discípulos, y ante la discusión entre ellos de quién es el más importante, les recuerda que sólo el que tenga la sencillez de un niño será recibido como el Señor mismo. Para acoger a Dios es necesario acoger a su enviado.
Hagamos nuestra esta preciosa canción de confianza: “Yo siento, Señor, que Tú me amas. Yo siento, Señor, que te puedo amar. Háblame, Señor, que tu siervo escucha, háblame, ¿qué quieres de mí?
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