Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos
profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos
de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan
frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar
frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es
decir, que por sus frutos los conoceréis.
Celebramos el Miércoles de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario .
Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús es la afirmación cardinal de la fe cristiana.
En el Evangelio de este Miércoles de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Mateo ( Mt 7,15-20).
Jesús advierte que ciertas enseñanzas dadas pretendidamente en nombre de Dios pueden causar efectos desastrosos en los hombres. Y señala que solamente por los frutos conoceremos a los creyentes, es decir, coherencia entre enseñanza y práctica, como sucede con el árbol y su fruto.
Hagamos nuestra esta preciosa oración de San Ignacio de Loyola y supliquemos a Dios que nos ayude a cumplir su voluntad al estilo de María de Nazaret: “Tomad, Señor, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer... Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta, sin que os pida otra cosa”.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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