Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
36Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. 37No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados; 38dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada,
remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a
vosotros».
Celebramos hoy el Lunes de la Segunda Semana de Cuaresma.
Dice el Papa Francisco que "la Misericordia entonces “expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer” (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él".
En este Segundo Lunes de Cuaresma leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 6,36-38).
Jesús nos invita a contemplar la compasión y la bondad del Padre, y se esa manera sed compasivos y misericordiosos unos con otros.
Jesús de Nazaret habla de Dios clarificando e invitando: clarificando que su Padre, nuestro Padre, no es juez que condena sino que es compasivo, perdón, generosidad y entrega.
Ser misericordiosos y no juzgar son unos de los principios más importantes del evangelio, junto con el mandamiento de amor: amarnos los unos a los otros como a nosotros mismos.
Pidamos a Dios que nos conceda el don de la misericordia y la compasión para con el prójimo. Amén.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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