Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
151Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores
a escucharlo. 2Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge
a los pecadores y come con ellos». 3Jesús les
dijo esta parábola… 11También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; 12el menor de
ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El
padre les repartió los bienes. 13No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo,
se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente. 14Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un
hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. 15Fue
entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a
sus campos a apacentar cerdos. 16Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos,
pero nadie le daba nada. 17Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi
padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. 18Me
levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; 19ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros”. 20Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a
correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. 21Su hijo le
dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo”. 22Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor
túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los
pies; 23traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos
un banquete, 24porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba
perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete. 25Su hijo
mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música
y la danza, 26y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. 27Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha
sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. 28Él se
indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 29Entonces él
respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer
nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete
con mis amigos; 30en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido
tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. 31Él le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32pero era
preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba
muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Celebramos el Sábado de la II Semana de Cuaresma.
La Cuaresma es un camino que nos lleva al misterio más profundo de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesucristo. Este camino solo tiene sentido si desemboca en la cruz de Jesús. Por lo tanto nos parece que no podemos vivir la cuaresma sin poner nuestros ojos en la Pascua. En el Evangelio de San Lucas hoy descubrimos cómo Jesús acoge a los pecadores y publicanos, y come con ellos. Esto provoca escándalo en los fariseos y escribas. Por este motivo, Jesús presenta tres parábolas (la oveja perdida, la dracma perdida y el “hijo pródigo”), que ponen de relieve la misericordia de Dios, uno de los temas predilectos de Lucas (cf. Mt 21,33-43.45-46).
En la parábola del “hijo pródigo” el acento no está tanto en la conversión del hijo pródigo como en el contraste entre la actitud del padre, que sólo mira la vuelta de su hijo y olvida todo, y la conducta del hermano, el fariseo, con sus miras mezquinas que se niega a compartir la alegría del padre por sentirse lesionado en los derechos que cree haber adquirido. En definitiva, el hermano mayor no ha comprendido la misericordia y la compasión del Padre, que llega necesariamente a la comunión.
Pidamos a Dios tener entrañas de misericordia y compasión hacia nuestros semejantes. Amén.
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