INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
En
aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie
conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo
aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que
vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
Celebramos el Martes de la Primera Semana de Adviento.
El Adviento nos invita a mirar al futuro y nos abre a la esperanza. Y " la esperanza lanza un grito de alegría porque sabe bien, en lo más profundo de su esencia, que “la salvación anunciada es la salvación que trae el Señor”...(CIC 1818).
En el Evangelio del Martes de la Primera Semana de Adviento leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 10,21-24).
Jesús nos hace descubrir que el Reino será comprendido desde un corazón sencillo y humilde, al estilo de María que engrandece al Señor que ha confundido a los fuertes y ensalzado a los humildes.
Dios mío, concédenos en este tiempo de Adviento la paciencia que todo lo alcanza, la comprensión que destruye la intransigencia y la intolerancia, la fe que destruye la increencia y la desconfianza, la humildad que agrieta la soberbia y el orgullo, la esperanza que desvanece la amargura y la desesperanza, la oración que fortalece la creencia en el Dios que nos salva. Amén.
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