Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
11Se
presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a
prueba, le pidieron un signo del cielo. 12Jesús
dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En
verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». 13Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a
la otra orilla.
Celebramos el Lunes de la VI Semana del Tiempo Ordinario.
La persona cristiana es, ante todo, el que procura vivir su humanidad, su religiosidad, su relación con los demás y con el mundo, en definitiva, toda su vida, a partir de Jesucristo.
En el Evangelio de este Lunes de la Sexta Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Marcos (Mc 8,1-10).
Unos fariseos discuten con Jesús y le piden una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba . Sin embargo, Jesús les advierte que no se le dará una señal a esa generación. Y se fue a la otra orilla.
Los fariseos piden a Jesús un signo del cielo, a pesar de que toda su actividad pública está llena de signos, signos a favor de los pobres y los excluidos, o impuros, de la Ley. El signo que piden los fariseos era la espectacularidad y la grandeza.
Las señales milagrosas de Jesús eran manifestaciones del Reino, e implica una adhesión y fe personal en Él. Y el mejor signo que podemos dar es el testimonio de una vida coherente según la voluntad de Dios.
Pidamos a Dios que nos aumente la fe, la esperanza y la caridad. Amén.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).

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