Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
Habiá un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío.
Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios,
como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está
con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca
de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?
¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca
de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la
carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te
haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su
ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha
nacido del Espíritu».
Celebramos el II Lunes de Pascua . Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, nº 571: “El Misterio Pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de “una vez por todas” (Hb 9,26) por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo”.
En el Evangelio de este II Lunes de Pascua, se nos presenta el diálogo de Jesús con Nicodemo, un fariseo de buena voluntad. Y Jesús le propone una radical transformación, obra del Espíritu Santo. Esta radical transformación la ofrece el Hijo, que conoce al Padre, que ha sido enviado como señal de amor (Jn 3,1-8).
Oramos al Espíritu Santo para que nos conceda sus siete dones y podamos crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad: “¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la abundancia de tus dones. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén”.
ESPECIAL: FIRMES Y SEGUROS EN JESUCRISTO.
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