Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado
Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo
entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas.
Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los
discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de
Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle:
"El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu
casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones
de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a
entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a
preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo,
ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero,
¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a
entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció
la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de
gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre
de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que
no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino
nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de
los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa,
porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del
rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás
caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo
cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te
negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto,
llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de
Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad
conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en
tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje
de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró
dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero
la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba
diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin
que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos,
porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba,
repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está
cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció
Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos,
mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les
había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron
mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la
desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús
le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada
morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida
más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que
dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y
palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin
embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo
que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo
abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás,
el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro
lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se
sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el
sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a
muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que
comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el
templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son
estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le
dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora
veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que
viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus
vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de
testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo
abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha
pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le
acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a
los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban
allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata
tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a
jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó
de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres
veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los
sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la
condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato,
el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús,
sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos
sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un
inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se
marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas,
dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las
ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas
el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama
todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según
la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como
me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el
gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes
y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra
ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el
gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un
preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado
Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o
a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por
envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche
he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos
convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de
Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al
contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en
presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá
vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús,
después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del
gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda
la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando
una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la
mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le
golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le
pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre
de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron
al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber
vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de
crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron
a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste
es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la
derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando
la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías
en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los
ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar.
¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha
confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que
era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados
con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron
tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí
dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió
una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los
demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el
espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos,
de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se
abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que
él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se
aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el
ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde
lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre
ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los
Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era
también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús.
Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había
excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se
marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del
sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en
grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel
impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por
eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan
sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre
los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y
asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la
guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.
Entramos en la Semana Santa, en los días que gozan del calificativo de “santo”.
Son días benditos en los que la misericordia de Dios se hace más accesible a las personas.
La Semana Santa constituye la celebración culminante de todo el ciclo litúrgico, a la vez, que es meta obligada donde desemboca toda la práctica y vivencia cuaresmal.
En la celebración eucarística se lee la Pasión del Evangelio de San Matero (Mt 26,14-27,66).
La lectura de la Pasión de San Mateo nos presenta toda la Pasión y el sufrimiento de Cristo por entrega y por fidelidad al Padre, y por amor a los hombre. Un relato concreto, directo, narración sencilla y clara.
En ese drama de Jerusalén, se condensa y se desencadena la salvación nuestra: Todo por nosotros. Todo por amor, Todo por mí. Y San Mateo quiere manifestar a la comunidad que en Jesucristo se cumplen todas las Escrituras del Antiguo Testamento.
Pidamos a Dios ramas y olivos para alabar y bendecir a Jesucristo, Hijo de David, y ramas para cumplir tu voluntad: “Señor, danos actitudes apropiadas para denunciar toda injusticia, para combatir toda opresión, para borrar toda frontera, para superar cuanto divide a los hombres, para propiciar el desarme... Amén”.
ESPECIAL: SEMANA SANTA 2023
Seguro que esta lista de reproducción sobre la Semana Santa te ayudará vivirla con intensidad cristiana y con auténtico talante cristiano.
LIBROS DE FRANCISCO BAENA CALVO EN BUBOK
CANAL DE FRANCISCO BAENA CALVO EN YOUTUBE