Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
25En aquel momento tomó
la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las
has revelado a los pequeños. 26Sí,
Padre, así te ha parecido bien. 27Todo
me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.
Celebramos el Miércoles de la Décimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario .
Vuélvete a Cristo, al Cristo del evangelio, al Cristo que estuvo en el lago Tiberíades, que paseó por las calles de Jerusalén, que perdonó a la mujer pecadora, que criticó a los fariseos y escribas, que acogió a los niños, que alabó la fe del pagano, que lloró en el Getsemaní, que fue golpeado en los patios de Poncio Pilato, que fue crucificado en el Gólgota, que resucitó y se apareció a sus discípulos…!
En el Evangelio de este Miércoles de la Décimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Mateo (Mt 11,25-27).
Jesús se dirige al Padre, Creador de cielo y tierra, que nos revela la íntima relación filial de Jesús con Dios Padre. Y nos recuerda que el misterio del Evangelio sólo puede ser conocido y comprendido por la gente sencilla.
Pidamos especialmente a Dios que nos ayude a cumplir su santa voluntad y nos conceda un corazón sencillo y agradecido para poder recibir en nuestra vida el maravilloso don del Evangelio. Amén.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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