Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
27Mientras él hablaba estas cosas, aconteció que una mujer de
entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te
llevó y los pechos que te criaron». 28Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la
palabra de Dios y la cumplen».
Celebramos el IV de Pascua. Miramos en este día, con especial interés y devoción, a la Virgen María en su advocación de Ntra. Sra. de Fátima.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 970 que “ La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia..." (LG 60).
En el Evangelio de este Viernes de la Cuarta Semana leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 11,27-28).
Jesús hablaba a la gente y una mujer levantó la voz: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero Jesús repuso: “Mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.
Su verdadera familia son aquellos que llevan a la práctica su mensaje y son aquellos que dan frutos, según la parábola del sembrador, y los que iluminan a los demás, según la imagen de la lámpara. Efectivamente, la que mejor oyó y cumplió la Palabra fue su Madre, María de Nazaret.
Pedimos especialmente, por la intercesión de María , Nuestra Señora de Lourdes, por los enfermos y cuidadores de los enfermos. Amén.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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