Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
13Entonces le dijo uno de la
gente: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». 14Él le dijo: «Hombre, ¿quién me
ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». 15Y les dijo: «Mirad: guardaos de
toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus
bienes». 16Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico
produjeron una gran cosecha. 17Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo
donde almacenar la cosecha”. 18Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y
construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis
bienes. 19Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes
almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea
alegremente”. 20Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el
alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. 21Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».
Celebramos el Lunes de la Vigésimo Novena Semana del Tiempo Ordinario.
No olvides que la dimensión religiosa constituye un elemento decisivo y fundamental del ser humano, y olvidarla tiene grandes consecuencias para la sociedad y para el hombre mismo.
En el Evangelio de este Lunes de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 12,13-21).
Un hombre se acerca a Jesús para que mediara en el reparto de la herencia con su hermana.
Jesús advierte y previene sobre la codicia de los bienes, que nos hacen sentir seguros pero que es incapaz de garantizar la continuidad de la vida.
Amontonar riquezas para uno mismo es lo contrario a mostrarse generoso y desprendidos, poniendo la confianza solamente en Dios.
Pidamos generosidad para anunciar y proclamar el Reino de Dios en nuestros ambientes: “Señor Jesús, enséñanos a ser generosos, a servirte como Tú mereces, a dar sin medida, a combatir sin temor a las heridas, a trabajar sin descanso, sin esperar otra recompensa que saber que hemos cumplido tu santa voluntad” (San Ignacio de Loyola).
ESPECIAL: FIRMES Y SEGUROS EN JESUCRISTO.
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