Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
181Después de decir esto, salió Jesús con sus discípulos
al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y
sus discípulos. 2Judas, el que lo iba a entregar, conocía
también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus
discípulos. 3Judas entonces, tomando una cohorte y unos
guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles,
antorchas y armas. 4Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él,
se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?». 5Le contestaron:
«A Jesús, el Nazareno». Les dijo Jesús: «Yo soy». Estaba también con ellos
Judas, el que lo iba a entregar. 6Al decirles: «Yo soy»,
retrocedieron y cayeron a tierra. 7Les preguntó otra vez: «¿A
quién buscáis?». Ellos dijeron: «A Jesús, el Nazareno». 8Jesús
contestó: «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a
estos». 9Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a
ninguno de los que me diste». 10Entonces Simón Pedro, que
llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la
oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. 11Dijo entonces
Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre,
¿no lo voy a beber?». 12La cohorte, el tribuno y los guardias
de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron 13y lo llevaron
primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; 14Caifás
era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo
hombre por el pueblo». 15Simón Pedro y otro discípulo seguían a
Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el
palacio del sumo sacerdote, 16mientras Pedro se quedó fuera a
la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la
portera e hizo entrar a Pedro. 17La criada portera dijo
entonces a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Él
dijo: «No lo soy». 18Los criados y los guardias habían
encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba
con ellos de pie, calentándose. 19El sumo sacerdote interrogó a
Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20Jesús le
contestó: «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en
la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho
nada a escondidas. 21¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los
que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho». 22Apenas
dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús,
diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?». 23Jesús
respondió: «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he
hablado como se debe, ¿por qué me pegas?». 24Entonces Anás lo
envió atado a Caifás, sumo sacerdote. 25Simón Pedro estaba de
pie, calentándose, y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». Él
lo negó, diciendo: «No lo soy». 26Uno de los criados del sumo
sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: «¿No te
he visto yo en el huerto con él?». 27Pedro volvió a negar, y
enseguida cantó un gallo. 28Llevaron a Jesús de casa de Caifás
al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no
incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. 29Salió
Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: «¿Qué acusación presentáis contra
este hombre?». 30Le contestaron: «Si este no fuera un
malhechor, no te lo entregaríamos». 31Pilato les dijo:
«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». Los judíos le dijeron: «No
estamos autorizados para dar muerte a nadie». 32Y así se
cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. 33Entró
otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de
los judíos?». 34Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o
te lo han dicho otros de mí?». 35Pilato replicó: «¿Acaso soy yo
judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has
hecho?». 36Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si
mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en
manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». 37Pilato le
dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». 38Pilato
le dijo: «Y ¿qué es la verdad?». Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los
judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. 39Es
costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que
os suelte al rey de los judíos?». 40Volvieron a gritar: «A ese
no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.
191Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. 2Y
los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le
echaron por encima un manto color púrpura; 3y, acercándose a
él, le decían: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le daban bofetadas. 4Pilato
salió otra vez afuera y les dijo: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que
no encuentro en él ninguna culpa». 5Y salió Jesús afuera,
llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: «He
aquí al hombre». 6Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los
guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo
vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». 7Los
judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que
morir, porque se ha hecho Hijo de Dios». 8Cuando Pilato oyó
estas palabras, se asustó aún más. 9Entró otra vez en el
pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio
respuesta. 10Y Pilato le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes
que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?». 11Jesús
le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado
de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor». 12Desde
este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «Si sueltas
a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César». 13Pilato
entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal,
en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). 14Era
el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los
judíos: «He aquí a vuestro rey». 15Ellos gritaron: «¡Fuera,
fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?».
Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». 16Entonces
se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, 17y,
cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en
hebreo se dice Gólgota), 18donde lo crucificaron; y con él a
otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. 19Y Pilato
escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús,
el Nazareno, el rey de los judíos». 20Leyeron el letrero muchos
judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba
escrito en hebreo, latín y griego. 21Entonces los sumos
sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”,
sino: “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”». 22Pilato les
contestó: «Lo escrito, escrito está». 23Los soldados, cuando
crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada
soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una
pieza de arriba abajo. 24Y se dijeron: «No la rasguemos, sino
echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se
repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los
soldados. 25Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la
hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. 26Jesús,
al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27Luego, dijo al discípulo: «Ahí
tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo
propio. 28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba
cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». 29Había
allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a
una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. 30Jesús, cuando
tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el
espíritu. 31Los judíos entonces, como era el día de la
Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque
aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas
y que los quitaran. 32Fueron los soldados, le quebraron las
piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; 33pero
al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las
piernas, 34sino que uno de los soldados, con la lanza, le
traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. 35El que
lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad,
para que también vosotros creáis. 36Esto ocurrió para que se
cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; 37y en otro
lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron». 38Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a
los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato
lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. 39Llegó
también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras
de una mixtura de mirra y áloe. 40Tomaron el cuerpo de Jesús y
lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar
entre los judíos. 41Había un huerto en el sitio donde lo
crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido
enterrado todavía. 42Y como para los judíos era el día de la
Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Hoy celebra la Iglesia el Viernes Santo.
La comunidad cristiana celebra la Pasión del Señor y adora su Cruz como el primer acto del misterio Pascual.
Jesús, nuestro Maestro y Señor, ha sido detenido, torturado, y condenado a muerte.
Hoy leemos el relato de la pasión según San Juan.
El Evangelista Juan nos muestra, cómo la fuerza del poder y la falsedad de una vida religiosa pueden condenar a un inocente.
JESÚS muere y es sepultado, para que los humanos que vivimos en la muerte, enterremos para siempre la semilla del pecado y nos acerquemos hasta el Padre, renacidos por el soplo del Espíritu.
Jesús muere para cumplir la voluntad del Padre, que consiste en realizar la obra de la salvación, implantar el Reino de Dios, que es el Reino de justicia, de amor y verdad.
Jesús muere para salvar a los hombres, por amor a los hombres, para liberarnos de nuestras esclavitudes y pecado, para reconciliarnos con el Padre.
Pidamos a Dios por todos los perseguidos a causa de sus creencias religiosas y por sus convicciones personales.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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