Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
14Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los
apóstoles con él 15y les dijo: «Ardientemente he deseado comer
esta Pascua con vosotros, antes de padecer, 16porque os digo
que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios». 17Y,
tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad
esto, repartidlo entre vosotros; 18porque os digo que no beberé
desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios». 19Y,
tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio
diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en
memoria mía». 20Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz
diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por
vosotros. 21Pero mirad: la mano del que me entrega está
conmigo, en la mesa. 22Porque el Hijo del hombre se va, según
lo establecido; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!». 23Ellos
empezaron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos podía ser el que iba
a hacer eso. 24Se produjo también un altercado a propósito de
quién de ellos debía ser tenido como el mayor. 25Pero él les
dijo: «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se
hacen llamar bienhechores. 26Vosotros no hagáis así, sino que
el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como
el que sirve. 27Porque ¿quién es más, el que está a la mesa o
el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de
vosotros como el que sirve. 28Vosotros sois los que habéis
perseverado conmigo en mis pruebas, 29y yo preparo para
vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, 30de forma
que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a
las doce tribus de Israel. 31Simón, Simón, mira que Satanás os
ha reclamado para cribaros como trigo. 32Pero yo he pedido por
ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a
tus hermanos». 33Él le dijo: «Señor, contigo estoy dispuesto a
ir incluso a la cárcel y a la muerte». 34Pero él le dijo: «Te
digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado
conocerme». 35Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, ni
alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?». Dijeron: «Nada». 36«Pero
ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el
que no tenga espada, que venda su manto y compre una. 37Porque
os digo que es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito: “Fue contado
entre los pecadores”, pues lo que se refiere a mí toca a su fin». 38Ellos
dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Él les dijo: «Basta». 39Salió
y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los
discípulos. 40Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer
en tentación». 41Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra
y, arrodillado, oraba 42diciendo: «Padre, si quieres, aparta de
mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 43Y
se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. 44En
medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía
hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. 45Y,
levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por
la tristeza, 46y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad,
para no caer en tentación». 47Todavía estaba hablando, cuando
apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y se
acercó a besar a Jesús. 48Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?». 49Viendo los que estaban con él
lo que iba a pasar, dijeron: «Señor, ¿herimos con la espada?». 50Y
uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha. 51Jesús intervino diciendo: «Dejadlo, basta». Y,
tocándole la oreja, lo curó. 52Jesús dijo a los sumos
sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido
contra él: «¿Habéis salido con espadas y palos como en busca de un
bandido? 53Estando a diario en el templo con vosotros, no me
prendisteis. Pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas». 54Después
de prenderlo, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote.
Pedro lo seguía desde lejos. 55Ellos encendieron fuego en medio
del patio, se sentaron alrededor, y Pedro estaba sentado entre ellos. 56Al
verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
«También este estaba con él». 57Pero él lo negó diciendo: «No
lo conozco, mujer». 58Poco después, lo vio otro y le dijo: «Tú
también eres uno de ellos». Pero Pedro replicó: «Hombre, no lo soy». 59Y
pasada cosa de una hora, otro insistía diciendo: «Sin duda, este también estaba
con él, porque es galileo». 60Pedro dijo: «Hombre, no sé de qué
me hablas». Y enseguida, estando todavía él hablando, cantó un gallo. 61El
Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra
que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres
veces». 62Y, saliendo afuera, lloró amargamente. 63Y
los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. 64Y,
tapándole la cara, le preguntaban diciendo: «Haz de profeta: ¿quién te ha
pegado?». 65E, insultándolo, proferían contra él otras muchas
cosas. 66Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos del
pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas; lo condujeron ante su
Sanedrín, 67y le dijeron: «Si tú eres el Mesías, dínoslo». Él
les dijo: «Si os lo digo, no lo vais a creer; 68y si os
pregunto, no me vais a responder. 69Pero, desde ahora, el Hijo
del hombre estará sentado a la derecha del poder de Dios». 70Dijeron
todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?». Él les dijo: «Vosotros lo decís,
yo lo soy». 71Ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de
testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».
231Y levantándose toda la asamblea, lo llevaron a presencia de Pilato. 2Y se pusieron a acusarlo diciendo: «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey». 3Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él le responde: «Tú lo dices». 4Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». 5Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí». 6Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; 7y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió. 8Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. 9Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada. 10Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. 11Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. 12Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí. 13Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14les dijo: «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; 15pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. 16Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». 17[«Por la fiesta tenía que soltarles a uno»] 18Ellos vociferaron en masa: «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás». 19Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. 20Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, 21pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». 22Por tercera vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». 23Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. 24Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: 25soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad. 26Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. 27Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. 28Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, 29porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. 30Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; 31porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?». 32Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. 33Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. 35El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». 36Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, 37diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». 38Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». 39Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? 41Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». 42Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 43Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». 44Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, 45porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. 46Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. 47El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo: «Realmente, este hombre era justo». 48Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho. 49Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto. 50Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo 51(este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. 52Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. 54Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. 55Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. 56Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.
Entramos en la Semana Santa. La Semana Santa constituye la celebración culminante de todo el ciclo litúrgico, a la vez, que es meta obligada donde desemboca toda la práctica y vivencia cuaresmal.
Dice Casiano Floristán que “la Semana Santa es inaugurada por el Domingo de Ramos, en el que se celebran las dos caras centrales del misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor de Cristo Rey, y la muerte o el fracaso, con la lectura de la Pasión correspondiente a los evangelios sinópticos (la de Juan se lee el viernes)...”
En la celebración eucarística se lee la Pasión del Evangelio de San Lucas (Lc 22,14-23,56).
La Pasión de nuestro señor Jesucristo según san Lucas empieza con la manifestación de un gran deseo: “He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros”.
San Lucas nos presenta toda la Pasión y el sufrimiento de Jesús en clave de entrega y por fidelidad al Padre, y por amor a los hombres.
Pidamos a Dios ramas y olivos para alabar y bendecir a Jesucristo, Hijo de David, y ramas para cumplir tu voluntad. Amén.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
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