INTRODUCCIÓN AL BLOG
Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
19los envió al Señor diciendo: «¿Eres tú el que ha de venir, o
tenemos que esperar a otro?». 20Los hombres se presentaron ante él y le dijeron: «Juan el
Bautista nos ha mandado a ti para decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o
tenemos que esperar a otro?”». 21En aquella hora curó a muchos de enfermedades, achaques y
malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. 22Y respondiendo, les dijo: «Id y anunciad a Juan lo que habéis
visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y
los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. 23Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Celebramos el Miércoles de la Tercera Semana de Adviento.
El Tiempo de Adviento viene cada año para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios en claves de compasión y misericordia.
En el Evangelio de este Miércoles de la Tercera Semana de Adviento leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 7,19-23). Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús si era el que ha de venir o tienen que esperar a otro. Y Jesús les recuerda los signos y las profecías sobre el Mesías: Los ciegos ven, los inválidos andan, a los pobres se les anuncia el Evangelio. y Dichoso el que no se escandalice de él.
Vivamos la oración de San Ignacio de Loyola, poniendo toda nuestra vida en sus manos: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es Vuestro: disponed de ello según Vuestra Voluntad. Dadme Vuestro Amor y Gracia, que éstas me bastan. Amén".
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