Evangelio del día + breve explicación en un minuto.
La Iglesia antes de ser evangelizadora y caritativa es escuchadora de la Palabra.
¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen como María de Nazaret! Gracias por tu visita. Si te ha gustado añade me gusta. Compártelo en las redes.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, que ilumina la vida de cada hombre y mujer creyentes. Bien sabemos que «el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas…y la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (D.V. 2).
38Al salir Jesús de la
sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy
alta y le rogaron por ella. 39Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó;
ella, levantándose enseguida, se puso a servirles. 40Al ponerse el sol,
todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él,
imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando. 41De muchos de ellos
salían también demonios, que gritaban y decían: «Tú eres el Hijo de Dios». Los
increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. 42Al hacerse de día,
salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando
donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos. 43Pero él les dijo: «Es
necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para
esto he sido enviado». 44Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Celebramos el Miércoles de la Vigésimo Segunda Semana del Tiempo Ordinario.
No olvides que en Jesucristo, lo humano ha sido llevado a su plenitud y lo divino se ha hecho más humano. San Ireneo decía: “La gloria de Dios es que el hombre viva”.
Dos caminos comunicados e inseparables: Ir a Dios por el hombre e ir al hombre por Dios.
En el Evangelio de este Miércoles de la XXII Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 4,38-44).
En Cafarnáum, en casa de Simón, Jesús cura a la suegra y, ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Le traían muchos enfermos y él los curaba. Este poder manifestaba su verdadera identidad: el Mesías, el Hijo de Dios.
Querían retenerlo, pero Jesús le comunica que vino para anunciar el Reino de Dios, y que vino para muchos pueblos y personas.
“Recibe, Señor, nuestro desánimo y transfórmalo en fe. Recibe, Señor, nuestra soledad y transfórmala en contemplación. Recibe, Señor, nuestras amarguras y transfórmalas en paz del alma… Recibe, Señor, nuestra muerte y transfórmala en resurrección”.
ESPECIAL: FIRMES Y SEGUROS EN JESUCRISTO.
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